Valores
Entrada adulto general | $3.000
Estudiantes (con acreditación) | $1000
Adulto mayor (+ 65 años) | $1000
Menores de 12 años | GRATIS
Extranjero | $ 4.000 (Incluye servicio de audio-guía en Inglés, Francés o Portugués)
Todas las personas con su Credencial Nacional de Discapacidad, podrán ingresar de manera gratuita, más un acompañante.

Pablo Valenzuela Vaillant (55) es de profesión Ingeniero Civil. A temprana edad, se dio cuenta que la fotografía era una de las herramientas que tenía para demostrar sus sentimientos y sensaciones. Su naturaleza inquieta lo hizo recorrer gran parte del país tomando registro de rincones alejados y abandonados. Si bien el medioambiente lo apasiona, también encuentra su lugar cuando disfruta de un café en la ciudad.

 

¿Cómo comenzaste en la fotografía?

Yo empecé super chico, muy chico. Cuando tenía 14 años participé en un club de Montaña en Valparaíso, y ahí tuve contacto con la naturaleza a través del montañismo. Subí muchos cerros y ahí hacía lo típico, que era tomar fotos para transmitir la sensación de haber estado en ese lugar. Empecé de a poco con las fotografías, y eso se fue transformando cada vez más importante. Después me di cuenta que la fotografía pasó hacer el objetivo y lo del cerro era una excusa.

¿Con qué cámara tomaste tus primeras fotografías?

Las primeras que tomé fueron con una AGFA, son fotos muy amateur. Las pioneras que empecé a publicar fueron con una NIKON FG 20. Y siempre, toda la vida, con diapositivas. Hasta el año 2011 usé este formato. Esas las tomaba con una maquina NIKON FM2 (que tengo hasta hoy, pero no uso). Después, cuando estaba en una etapa más profesional, usé HASSELBLAD 503 CXi, formato medio (6×6 cm). Es un cuadrado bastante grande.

¿Cómo conseguiste esas primeras cámaras?

Hice de todo. La primera la heredé de mi papá, era una cámara vieja que tenía en la casa. En la otra tuve una ayuda, y en la siguiente me la compré. En esa época mi ingreso principal era por hacer clases de matemáticas en la universidad, y hasta tomé fotos de matrimonios. En esa época se vendían hartas fotos a diferencia de ahora. La verdad que empezar para un fotógrafo era más fácil en aquellos años.

¿Por qué lo dices?

Empezar a tomar y hacer bien fotografías ahora es más fácil. Mucho más. Está lleno de fotógrafos y hay muchos canales de difusión, pero, como es muy fácil, hay mucha competencia. En la época que yo empecé, éramos muchos menos, y había que traspasar una barrera de más dificultad. Actualmente es fácil viajar, están todos los caminos pavimentados, hay vuelos baratos: Todo es más fácil. Y hay miles de cámaras; las fotos son digitales y valen cero pesos. En mi época no había miles, era más difícil tener una. Había que revelar los rollos y costaba plata. Si querías viajar e ir, por ejemplo, a las Torres del Paine, era muy distinto. En mi caso los dos primeros viajes que hice fueron en bus. Cuando fui al Lago Chungará también fue así. Después fueron a dedo. En cambio, ahora existen muchas posibilidades de viajar. Obviamente no para todos es así, pero en general hay muchísimas más posibilidades que antes.

Tú hiciste la transición de la ingeniería a la fotografía. ¿Qué le dirías a esos jóvenes que están en tu misma posición?

Que siempre, pero siempre, terminen la universidad y se titulen, porque la formación universitaria sirve como escuela de vida. Lo que les podría decir, es que terminen sus estudios, porque sino, tendrán esa duda y frustración. Por mi parte, yo era bien mateo en la universidad, y nunca tuve dudas en no terminar la carrera. Eso sí, el último año pensé que iba a trabajar como ingeniero. Además, en aquellos años, realizaba muchas actividades en simultáneo. Por ejemplo, me dedicaba a la fotografía, practicaba triatlón, subía cerros, entre otras cosas. Eso lo supe combinar con mi profesión.

¿Dónde fue tu primer viaje como fotógrafo?

Hay una cosa que es muy clara: Un fotógrafo no es fotógrafo a partir de un día en específico. Tú no puedes decir “ayer no era fotógrafo y hoy sí”, porque es un proceso muy gradual, entonces, de esa forma no te podría decir cuál fue mi primer viaje de fotógrafo. Quizás las primeras fotos que publiqué fueron de viajes que yo no sentía que iba de fotógrafo, pero al volver me daba cuenta que había salido material interesante. En esos viajes hacía unos diaporamas en la universidad, que eran muy difíciles de preparar

Yo estudié en la Universidad Católica de San Joaquín y llegaba todos los lunes a las 7 de la mañana a la U. Los fines de semana preparaba unos afiches que, obviamente, no tenía como imprimirlos. Entonces, compraba unas cartulinas grandes y con plumones preparaba todo y los pegaba en los murales de la universidad. Esa era la difusión que teníamos en aquellos años. No había redes sociales ni celular. Por eso te digo que era más fácil, pero, por otro lado, la gente sabía que tenía que informarse de esa forma. Había que dedicarle tiempo, empuje y entusiasmo. A mí me fascinaba eso, así que lo hacía con muchas ganas.

¿Qué te decían tus compañeros y la gente que empezó a conocer tu trabajo?

Tenía súper buena onda, pero todos se reían porque, por ejemplo, partía un día viernes al sur y viajaba solo o acompañado, y partía a tomar fotos. Volvía, revelaba los rollos y hacia hasta charlas. Era como el especial, porque dedicaba un tiempo a algunas cosas que la universidad no te lo permitía. Pero a mí me gustaba tanto, me apasionaba, que me hacia los tiempos. Lo hacía feliz.

¿Qué viaje te marcó más?

Ninguno en realidad. He tenido viajes épicos, como por ejemplo la primera vez que fui a Punta Arenas y llegué a dedo. Cuarenta días me demoré de Santiago a Punta Arenas. Eso lo hice a los 17 años. Aún recuerdo lo que sentí cuando llegué a Punta Arenas, que para mí era el gran objetivo. Era como estar en el Himalaya.

¿Cómo ha sido la transición de lo impreso a lo digital?

Me costó bastante. La verdad es que yo idealizaba mucho lo análogo por sobre lo digital, porque encuentro una súper buena la escuela análoga. Es por eso que digo que cuando uno toma fotografías, debería hacerlo con mentalidad análoga, ya que tiene que ser certero. Acá no se permiten errores, la toma tiene que ser certera, pensar todo muy bien antes de hacerlo. Eso en la análoga no se puede. Haber pasado por esa escuela, te da un rigor y un profesionalismo. Después se te facilita con lo digital, porque lo digital lo hace todo rápido, a costo cero. Uno aprende muy bien a tomar fotos.

Yo soy de la idea de que la fotografía se hace en el lugar, no en el computador. El PC te sirve para corregir ciertos parámetros, calibraciones, contrates, saturación, pero cosas leves. Las fotos en general hay que hacerlas en el lugar, y yo creo que eso se ha perdido, por eso uno ve fotos tan falsas publicadas, porque uno sabe que eso no existió. La escuela análoga no te da esa mirada, te da una mirada más purista. Por tanto, cuando empecé el digital el 2011, fui un digital bastante tardío para lo que es mi generación. Mis amigos, mis compañeros de fotografías, empezaron con digital antes que yo, pero a mí me costaba pensar que fuera mejor que lo análogo. Me resistí mucho al cambio. Después me di cuenta que no valía mucho la pena dar la pelea.

Era una pelea casi perdida…

Lo digital te permite muchas cosas, tiene ventajas y costos. Por ejemplo, te da la opción de tomar fotos arriba de un barco o en situaciones más difíciles de luz. En cambio, con lo análogo, no podías hacerlo con condiciones de luces complicadas y sin trípode. Lo digital tiene varias ventajas, así que no tenía mucho sentido dar la pelea. Con todo, soy de la idea de que lo digital fue un gran avance en la medida que no se abuse. Para mí lo importante es la mirada. Da lo mismo con que tomas la foto, lo que diferencia a unos y a otros, es la mirada. La máquina, el lente, son muy buenos pinceles para un pintor, pero la pintura la hace uno. Una buena maquina te dará un buen trazo, y te va a permitir plasmar lo que uno quiso ver. Por eso es bueno tener un buen equipo, pero lo más importante es saber mirar.

¿Quiénes han sido tus referentes?

La verdad es que no tengo un referente particular, pero más que nada, intento tener una mirada súper personal, porque la verdad más que un referente fotográfico, uno aprende de lo que ve en la vida. Ansel Adam, un fotógrafo norteamericano, decía que: «No haces fotografía sólo con la cámara. La haces con todas las imágenes que has visto, con todos los libros que has leído, con toda la música que has escuchado, y con toda la gente que has amado«. En el fondo la mirada uno la construye con la experiencia, y eso es lo que marca el estilo de un fotógrafo o de otro. Por lo tanto, la referencia para mí, no solo es la fotografía, sino que la pintura, la arquitectura.

El recorrido que ha dado en la vida…

Por eso cuando me ha tocado hacer visitas guiadas y contar el trabajo, yo digo que estas fotos no las tomé en una semana o un día, las tomé en 30 años, porque esa foto es el resultado de muchos años de observación.

¿Qué te gustaría decirles a las personas que ven la exposición “Habitar la inmensidad”?

Me han dicho que las fotografías han generado mucha paz, como son cielos abiertos. Ojalá pudiera transmitir eso: paciencia, serenidad, y especialmente empatía. Yo creo que en este minuto es importante que todos lo seamos, en el sentido de no sentirnos tan desfavorecidos con la cuarentena.

Retratos y vida diaria del Persa Biobío

Por Bastián Cifuentes Araya. El fotógrafo, periodista y artista visual Bastián Cifuentes Araya junto a la cientista política, gestora cultural y diplomada en Memoria, Género y Derechos Humanos, Paloma Ossa Aravena, llevan plasmando el Persa Biobío -hace varios años- a través de un trabajo fotográfico sociodocumental, dando énfasis a la vida diaria y los retratos de uno de los lugares más icónicos del Gran Santiago. (...)