La Bienal Internacional de Arte de Valparaíso
Desde chico oí hablar en las conversaciones familiares de mi casa, de bienios y trienios, como una cuestión laboral, que traía siempre aparejada una mejora en la remuneración y para la tan ansiada y justa pensión digna (expresión algo manoseada a mi juicio hoy en día). Lograba siempre entender que correspondía a cuestiones que ocurrían cada dos o tres años, como su nombre lo indica. Así, cuando a los 13 o 14 años conocí por primera vez la Bienal de Arte de Valparaíso, entendí que cada dos años habría un gran evento artístico y cultural en mi ciudad, y ello fue así por bastante tiempo.
No me equivoqué. Religiosamente y desde el año 1973, se realizó en Valparaíso la Bienal Internacional de Arte. Creada por don Sergio Vuskovic como alcalde de la ciudad, a quien además le debemos la compra del palacio Baburizza para residencia del museo de bellas de la ciudad, quien asistido por don Raúl García Fernández, director de cultura del municipio, historiador y acérrimo porteño, lograron que nuestra ciudad entrara a la ruta de las bienales del mundo, siendo algunas de las más reconocidas la de Venecia, en Italia; Sao Paulo, en Brasil y La Habana, en Cuba, entre otras capitales culturales, que se dan cita cada dos años para presentar lo que está ocurriendo en materia de artes visuales y desde la lectura contemporánea.
La primera Bienal porteña se inauguró en el museo Baburizza, que hoy me honro en dirigir. Ocurrió el 6 de septiembre de 1973…quizás como dice un periodista de investigación televisiva “nada hacía presagiar”, o quizás sí, pero el resultado es que la Bienal de Valparaíso alcanzó a estar 5 días abierta al público, antes de que ocurrieran de los duros acontecimientos del 11 del mismo mes, del cual hoy se conmemoran 50 años, y de lo cual me asiste la esperanza personal de que hayamos aprendido de ello, a fin de no repetirlo nunca más.
Sin embargo, la porfía y entusiasmo de don Raúl García, permitieron convencer al primer alcalde delegado, y la exhibición se abre tres semanas más tarde. En aquella ocasión la obra ganadora es una escultura en terracota, llamada “Machu Pichu” (escrito así por el autor), que se conserva en poder del municipio, como las otras 11 obras ganadoras del premio de honor de la Bienal. En 1975, gana la Bienal el escultor nacional Mario Irarrázabal, con la obra “El juicio”, de fuerte connotación política, demostrando así que nunca ejercería censura en este certamen. Una muestra más de Valparaíso, como la patria del arte nacional. En 1977 gana Premio de Honor el artista argentino Mario Agiatello, con la obra «Dimensiones Espaciales”. En 1979 sería el turno del gran escultor nacional Juan Egenau, con la obra “blindaje para un organismo”; el año 1981 se hace del premio de honor la obra “200 Grs. de altramuces” y “Caja de huevos” del escultor español Joan Mora, me atrevo a decir que aquí comenzarían las sabrosas polémicas que hoy diríamos mediáticas, tuvo el certamen y que no fueron pocas ni débiles. En 1983 gana el español Luis de la Cámara, con la obra «Ni cobalto ni ultramar». En 1985, la bienal tiene lugar en el palacio Lyon, que incorpora desde ese año la galería municipal de arte en el zócalo, siendo un gran espacio hasta hoy día para el arte. El ganador ese año fue Carlos Maturana, Bororo, con la más polémica obra que se recuerde “el cálifont” un mural pintado en papel, de grandes dimensiones. Las cartas al director en este diario hicieron historia, muchas personas no podían entender como esta pintura era considerada arte, y, en fin, hoy es una obra capital. En el año 1987 la bienal se expande por la ciudad, y se instala en el recinto ferial de la avenida España, hoy desaparecido, donde el arquitecto municipal Arken Jensen se “vuela”, y hace unas pasarelas e instalaciones inolvidables. Pero más inolvidable serían los zapatos de Claudio Bertoni, 500 unidades recogidas en playas, que presenta como una instalación, a estas alturas mítica. Muchas lecturas hubo sobre esa obra. Sin embargo, ese año ganó la obra “asunto de gravedad”, del escultor chileno Osvaldo Peña. En 1989 el premio de Honor sería para el argentino Luis Alberto Wells, con la pintura “Contenido neto 39.000 cm3”. En 1992 la Bienal premia por primera vez a una mujer, siempre tarde en esto Chile, con el premio a la artista Patricia Israel, con la obra en pintura «La llegada II», que tiene clara alusión a los 500 años del descubrimiento de América.
El año 1994, sería el último en que se desarrolle la Bienal, que la llaman Iberoamericana. La gana nuevamente Mario Irarrázabal, con la escultura “columnas”. Todas estas obras se pueden ver actualmente en el museo Baburizza, como exposición antesala a la reedición en 2024 de la Bienal porteña, que enhorabuena vuelve en gloria y majestad para quedarse, y eso es lo único que importa.
Rafael Torres
Director Museo Baburizza