El sol, la luz y el arte: 150 años del nacimiento del Impresionismo
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“El sol”, es un elemento inspirador, fuente de energía y creación; motor de toda nuestra realidad; y además, herramienta fundamental para todo artista. ¿Por qué? El sol, la luz es el aspecto físico que nos otorga los contrates más violentos en nuestra percepción visual; los cambios cromáticos en las imágenes; la mutación constante de los caracteres formales de todo elemento en nuestro universo físico.
En el caso particular de la pintura podríamos decir que depende, emana y es producida gracias a la luz. Y a nuestro juicio, el Impresionismo, es el esfuerzo por rememorar lo sencillo, lo básico, lo sustancial del juego del sol y su luz creadora, congelada en el ojo agudo de un pintor.
Era un día 15 de abril del 1874 cuando aparecen en la escena artística francesa un grupo de jóvenes pintores, “revolucionarios”, alejados de los patrones de la academia. Artistas que rompieron la tradición intimista de pintar dentro del taller y se volcaron a la aventura de pintar en medio de la naturaleza. Esa fue una de las causas de la revolución impresionista, considerada en la historiografía, como el antecedente directo del nacimiento de las primeras vanguardias históricas.
El naturalismo y el realismo heredado del periodo imperial dejaron espacio al surgimiento de nuevas tendencias, empujadas por la inquietud de estos artistas por salir de sus talleres. Deseaban terminar con la idealización de la imagen, ahora árboles; claros de bosque; amplias planicies; hombres y mujeres campo; animales de trabajo; cursos de agua y lagunas; cielos nubosos, son los protagonistas de sus lienzos.
La belleza se descubrió en el reconocimiento de la naturaleza, pero no para emularla en el lienzo como una “fotografía”, sino que para interpretarla. Los artistas buscaban sentirse “impresionados” por ella. Es así como la luz y el espacio pasan a ocupar un lugar central en la mirada de estos pintores. En sus telas y tablas ya no hay cabida para mitología clásica; crucifixiones; vírgenes; monarcas o grandes acontecimientos de la historia.
Esto causó escozor en la crítica y la academia; y no tardarían en responder a las propuestas, “protestas plásticas” de estos autores. Y la respuesta fue el rechazo y el ataque mediático. Un crítico de arte señaló que estos pintores no eran artistas, solo eran una “impresión” de aquello. Así nació el Salón de los Rechazados – Salon des Refusés – agrupación informal de artistas vilipendiados, que adoptan este ataque como su nombre propio “Impresionistas”; pero que hoy forman parte del sequito de artistas más famosos del mundo entero, por nombrar a Monet, Manet, Whistler; Coubert y Cezanné, entre otros.
Dentro de la donación de obras que realizó Pascual Baburizza a la ciudad de Valparaíso, contamos con varios maestros “rechazados” por la Academia francesa y que hoy son considerados como pilares fundamentales en el desarrollo del arte moderno.
En ese 1er salón de los rechazados participaron maestros como Eugene Louis Boudin; Felix Ziem; Leon Victor Dupre; Paul Desiré Trouilllebert; que hoy cautelamos y exhibimos con orgullo en los muros del Museo de Bellas Artes de Valparaíso.
Javier Muñoz
Encargado de Colecciones
Museo Baburizza