Sara Browne: “Quizás la gente pensaba que Alberto Cruz tenía un lenguaje más enredado y que era un intelectual al cual no se le podía hablar, pero era todo lo contrario”
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Fotografía: Puerto de Ideas
A raíz de la exposición temporal “Alberto Cruz en Valparaíso. Entre el espacio y la imagen”, que se realizó en conjunto con Puerto de Ideas, y que se presentará hasta el 5 de enero en el Museo Baburizza, conversamos con Sara Browne, Licenciada en Historia, Máster en Gestión del Patrimonio Cultural y directora de la Fundación Alberto Cruz. Sara nos contó sobre su relación con su abuelo (Alberto Cruz), la labor en la fundación y la importancia del legado del Premio Nacional de Arquitectura 1975.
¿Cómo fue esta idea de reunir todos estos archivos para hacer la Fundación Alberto Cruz?
Fue una iniciativa de la familia. En el fondo él tenía su obra en un librero en el que habían cientos de cuadernos. El punto es que mi abuelo tenía 92 años y podríamos decir que no tenía una vida por delante. Pero pese a su edad, nadie se metía en su trabajo. Era algo muy personal e íntimo de él. El punto es que la familia lo visitaba y veía todo este material, y en un minuto le preguntamos qué pensaba hacer con todo eso. Entonces nos señaló que lo que no quería tras su muerte, era que su legado se repartiera o vendiera.
El primer paso para que eso no ocurriera, era poder hacer un inventario con las cosas que existían. Y ahí entré en la ecuación. La cuestión es que la familia me pregunta si conocía a alguien de confianza para ir al departamento del abuelo a ver esos cuadernos inéditos. Tomé la iniciativa y dije que lo haría. Estuve un periodo de cinco años, donde trabajé con él y fuimos armando lo que iba a ser la base, que tenía items como: fecha, tamaño, color, materialidad, y al final, decidimos que lo íbamos a ordenar por tema. Acá la obra es un contenido no es sólo de arquitectura, gráfica, arte visual, teoría o filosofía. Nos preguntamos cómo íbamos a poner los temas y fuimos juntos pensando la estructura. Fue así como nacieron las series del archivo, que son cuadernos completamente dibujados que no tienen escritos. Fuimos separando y durante cinco años resguardamos uno por uno. Partimos desde cero, porque como te mencionaba, eran cuadernos íntimos de él y no estaban creados para que los vieran otras personas.
¿Cómo era Alberto Cruz como abuelo?
Era un abuelo tremendamente cercano y cariñoso, que estuvo siempre súper presente en nuestras vidas. Cuando vivía en Viña viajábamos a verlo. Cuando se vino a Santiago, era una relación súper cercana, era un abuelo muy cariñoso. Lo que más me gustaba era que no se bajaba a la altura del niño, ni nos trataba como inferiores, sino que consideraba que todos éramos capaces, que estábamos a la par. Aprendí mucho de su trato. Quizás la gente pensaba que tenía un lenguaje más enredado y que era un intelectual al cual no se le podía hablar, pero era todo lo contrario.
Cuando comenzamos a trabajar en el archivo era muy entretenido, porque tomábamos desayuno juntos, realizamos este orden que era súper sistemático, y al final del día conversábamos sobre lo que estábamos haciendo. Fue algo muy bonito y enriquecedor.
“Donde más me gusta entrar a su legado es desde su aporte como profesor. Si le preguntabas a él lo que era, te iba a decir arquitecto y profesor. Él hizo clases desde las ayudantías en la universidad desde 1936, hasta literalmente un mes antes de morir”
¿Y pudo ver el archivo terminado?
No, de hecho no alcanzamos a terminarlo, quedó como un 10% sin inventario. Actualmente nos adjudicamos un proyecto del Fondo del Patrimonio, para poder mejorar lo que hay y transformar en un catálogo para poder tener un archivo digital en nuestro sitio web a disposición de todos los que quieran.
Estamos en la primera etapa de mejorar la catalogación para poder llegar a eso, porque como te decía con él hicimos un trabajo que fue archivística propiamente tal, súper autodidacta y tiene muchas fallas que hay que mejorar.
Él tenía su propio orden, que eso también era súper bonito, porque hacía sus cuadernos, los dibujaba, los escribía y los dejaba en el mueble. Su obra es un continuo reescribir, redibujar, pensar sobre eso. Sabía perfectamente dónde tenía publicado cada uno de sus cuadernos. No los ponía al azar, tenía clarísimo dónde estaba cada cosa. Entonces su orden original lo cambié, porque lo ordenamos físicamente como estaba estructurado el archivo y eso sí alcanzó a verlo.
Como historiadora, también como nieta y como parte de la fundación, ¿de qué manera crees que se puede entender el legado de Alberto Cruz?
Donde más me gusta entrar a su legado es desde su aporte como profesor. Si le preguntabas a él lo que era, te iba a decir arquitecto y profesor. Él hizo clases desde las ayudantías en la universidad desde 1936, hasta literalmente un mes antes de morir. No conoció las vacaciones y dedicó su vida a enseñar arquitectura. Junto a diferentes exponentes, inventaron y crearon una nueva forma de aprender arquitectura en el país, que trascendió no solamente en esta carrera, sino que también influyó en una nueva forma de impartir la enseñanza a nivel nacional.
Esta nueva forma de entender la enseñanza, fue un primer paso para la reforma universitaria, en el cual se crean los institutos y la enseñanza de distintas disciplinas. Deja de ser puramente una enseñanza formal y en el caso concreto de la arquitectura, es salir a las calles con la croquera, dibujar, vivir la ciudad, estar en la ciudad, ocupar la ciudad, para poder entenderla y desde ahí proyectar.
Si me preguntas, comparto con lo que dice Pablo Chiuminatto, que él fue un polímata.
“Fue bonita la invitación, porque vamos a cumplir 10 años y en estos 10 años no habíamos expuesto nunca la obra de Cruz en Valparaíso. En el fondo era como que volvía a la ciudad”
¿Qué impacto crees que tiene actualmente esta nueva forma de enseñar la arquitectura?
En el caso de Chile, hay algunas escuelas de arquitectura cercanas a esta metodología que fue adoptada por la mayoría de estas escuelas. Antiguamente, los alumnos estaban siempre dentro del aula aprendiendo con libros, manuales y las ideas clásicas traídas de Europa. Cuando van y refundan la escuela, y gracias a esta relación entre poesía y arquitectura, ven que la idea de entender la arquitectura va acompañada de otras disciplinas y no va sola.
El tema de la observación creo que después trascendió como una práctica habitual a la mayoría de las escuelas de arquitectura en Chile y en el extranjero, pero así como pasa que el aporte y el reconocimiento de lo que fue después la ciudad abierta y la misma Escuela de Arquitectura de la Católica de Valparaíso, fue súper reconocido internacionalmente.
¿Y cómo nació la exposición en el Museo Baburizza con Puerto de Ideas?
Fue gracias a la Fundación Puerto de Ideas. Pablo Chiuminatto, curador de la exposición, quien también es parte del directorio de la Fundación Alberto Cruz, nos invitó con esta exposición retrospectiva. Nosotros tenemos más de 2.200 cuadernos, 200 pinturas, poseemos un material infinito. Fue algo fortuito realizar esta exposición y gracias a esta invitación y al financiamiento de la Gobernación de Valparaíso pudimos llevar la obra, además como el Festival Puerto de Ideas estuvo centrado en las humanidades, calzada perfecto también poder mostrar la obra de Alberto Cruz que está 100% también ligada a las humanidades.
Si hay tanto, ¿cómo eligieron que esos fueran para hacer esa exposición?
Fue bonita la invitación, porque vamos a cumplir 10 años y en estos 10 años no habíamos expuesto nunca la obra de Cruz en Valparaíso. En el fondo era como que volvía a la ciudad. El punto de partida fue escoger qué obras iba a exponer. Por eso hay una vitrina que es específicamente sobre la obra de Alberto Cruz, donde él está pensando y dibujando el puerto. Pero en el fondo todo arranca como de esta idea de que Alberto Cruz va a volver a Valparaíso.
¿Y qué tan importante era para Alberto Cruz Valparaíso?
Era fundamental e importantísimo. Vivió prácticamente toda su vida allá y en verdad, claro, nosotros en la exposición pusimos unos 10 cuadernos sobre Valparaíso, pero existen 200.
Él estuvo siempre pensando la ciudad y cómo el hombre habita esa ciudad, cómo el hombre, las personas habitan esa ciudad. Aquí uno puede encontrar el origen de su pensamiento.
Para ir terminando, para los que aún no conocen la exposición, ¿qué invitación le harías a pocos días de que termine?
Considero que es una exposición que pensamos saliera un poco de nuestro público objetivo, que en realidad son arquitectos, exalumnos que ya conocen su obra, o estudiantes de arquitectura. Queríamos mostrar, por ejemplo, a alumnos de colegios de distintos establecimientos escolares para que puedan acercarse a ella. Vale totalmente la pena ir, porque quedó dinámica. No es una exposición de arquitectura ni de archivos.
Si te interesan el arte o las expresiones artísticas, te va a encantar, porque hay distintos formatos y maneras de poder entrar a esa obra.
Por: Tamara Candia Ahumada
Periodista Museo Baburizza