Mujeres en la Generación del Trece
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Con el fin de celebrar los 10 años de la reapertura del Museo de Bellas Artes de Valparaíso, hasta el 23 de octubre se presentará de forma gratuita la exposición temporal que reúne obras de la mítica Generación del Trece. A través de esta colección compuesta por más de 30 obras, se puede conocer el talento de importantes pintores nacionales, quienes, por diversas vivencias, se sentían marginados de los espacios artísticos tradicionales que tenían preponderancia a principios del siglo XX.
Dentro de los estudiantes que fueron formados por el maestro español Fernando Álvarez de Sotomayor en la Escuela de Bellas Artes, queremos hablar especialmente de Judith Alpi y Elmina Moisan, mujeres artistas que lucharon por tener un rol y lugar en la escena nacional, que, como era de costumbre, era utilizado principalmente por hombres.
Gloria Cortés, narra en el libro Modernas. Historias de mujeres en el arte chileno, 1900-1950, que las mujeres creadoras en aquellos años eran hijas, esposas, alumnas de, y no eran valoradas en su aspecto individual. Para la reconocida historiadora del arte, en la primera etapa del siglo XX la crítica artística contemplaba a la creación femenina desde el análisis de las diferencias de género en la producción de arte, quitando el mérito al carácter universal de la pieza artística producida por mujeres y anulando su participación personal. “La mayor de las veces tratadas en bloque, sus obras serán juzgadas desde lo meramente descriptivo, las sensibilidades asignadas a su género y las asociaciones masculinas en las que se insertan” (pág. 215-216).
En el caso de Elmina Moisan, la mayoría de sus obras son retratos, naturalezas muertas, escenas cotidianas, entre otros. En 1916, elaboró la obra La coqueta, que enseña a una mujer en el baño que se está lavando sus pies, pieza artística con la cual ganó una medalla en el Salón Oficial de Santiago tres años después. Es relevante mencionar esta obra, ya que en ella plasma una escena normal, natural e íntima, quitándole la carga sexual y erótica con la que solían ser retratadas las mujeres. En el texto Desacatos. Prácticas artísticas femeninas, 1835-1938 del Museo Nacional de Bellas Artes, señalan que en esta pintura es donde aparece la rebelión y desacralización del cuerpo como unidad reproductiva, “desligándose del que había sido considerado el único rol que les proveía la sociedad: el ser madres” (pág. 22).
Con este mismo espíritu, Judith Alpi fue parte del grupo Sociedad Artística Femenina en 1914, movimiento relevante para la inclusión de las mujeres en la vida cultural. También pintó a Laura Rodig, desarrollando uno de los pocos ejercicios de retrato y autorretratos de mujeres que existen en el país.
En la exposición temporal “Generación del Trece: una colección, un catálogo y una pinacoteca”, se puede apreciar más del talento de Moisan y Alpi a través de las obras “Retrato de una mujer concertacionista” y “Mujer con abanico frente al espejo”, quienes, fiel a su estilo y a su generación, exhiben una escena local y costumbrista que se aleja de la reflexión teórica, pero que se acercan a sus historias personales: plasmar mujeres desde una mirada de mujer.
Por: Tamara Candia Ahumada
Encargada de comunicaciones y Unidad de Género.